

Siempre perfeccionista, Leonardo recurrió a la ciencia para mejorar sus obras de arte. Su estudio de la naturaleza y la anatomía emergió en sus pinturas increíblemente realistas, y sus disecciones del cuerpo humano allanaron el camino para figuras notablemente precisas. Fue el primer artista en estudiar las proporciones físicas de hombres, mujeres y niños y utilizar estos estudios para determinar la figura humana «ideal». A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Miguel Ángel por ejemplo, no se dejó llevar y pintar cuerpos ridículamente musculosos, a los que llamó «bolsas de nueces».
Con todo, Leonardo creía que el artista debería conocer no solo las reglas de la perspectiva, sino todas las leyes de la naturaleza. El ojo, creía, era la herramienta perfecta para aprender estas leyes, y el artista la persona perfecta para ilustrarlas.